¿Qué puede venir?
LA VIDEOTECA DE BABEL
Santiago Andrés Gómez
Comunicador Social Periodista y escritor. Crítico de cine
En cambio, ahora, hemos tenido que llegar al compromiso.
Cesare Zavattini, Tesis sobre el Neorrealismo
Hace poco más de diez años yo juraba que hoy el cine sería video, y creo que las expectativas no me han defraudado, aunque eso no quiere decir que el cine, en ninguna de sus acepciones, haya dado lugar a otra cosa distinta, sino que él más bien ha cambiado de piel. En Colombia es estimulante ver que los intereses por hacer un cine taquillero no son primordiales, y que existe una intención más marcada por crear filmes que sepan hablar más allá de la coyuntura en que fueron creados. En ese sentido, se aprecia como algo cierto la aseveración de Pedro Zuluaga en cuanto al influjo positivo de la academia, o al menos una actitud simplemente más cultivada en la cinefilia o amor al cine, incluso en los hidropónicos desjuiciados de ese lujoso anarquista que es cualquier realizador probado y a la vez atrevido, como Mendoza o los Orozco.
Que ahora Rubén Mendoza esté por estrenar largos nuevos, hechos con mínimos recursos, cuando no conseguidos de modos nada convencionales en nuestro medio, o que los Orozco hayan librado la inversión de su último largo con ventas en el exterior, son cosas que hablan de panoramas muy distintos de lo que era aquí el cine hace diez años. De modo que, sumando a Jorge Navas, a Óscar Ruiz Navia, a Ciro Guerra, junto a talentos nuevos como Juan Andrés Arango [1] o en vía de esplendor propio, como Felipe Guerrero [2], tenemos hoy por hoy un cine revitalizado, que se encara “con todas las de la ley”, y no podemos sino señalar que la Ley de Cine nació en el momento ideal para una generación que asume tanto la visión y el repaso de Bresson y Rohmer (caso Gabriel Rojas) como los demás ejes del abierto y volátil sistema cinematográfico.
Márgenes internos/Márgenes afines
¿Qué podría venir? A tal pregunta casi ni me arriesgo a responder, sobre todo porque considero que hoy hay fenómenos que no solo influirán en el cine colombiano tal como lo conocemos, sino que ya mismo constituyen un real panorama alternativo, con productos que no se hacen ni siquiera al margen de las prácticas audiovisuales más publicitadas, sino en sus puntos ciegos, y que desconocemos, como los largometrajes agrestes de José Miguel Restrepo [3], por solo poner un ejemplo —y uno al que conozco, además, solo por ser amigo de Joche—, o la obra de Carlos Santa [4]. Yendo hacia esos puntos ciegos, puedo asegurar que sus frutos cobrarán un auge del cual aun pocos se percatarán, pero también auguro que algunos de sus protagonistas incidirán en la parte más visible del paisaje cinematográfico nacional (Juan Soto [5], por decir uno).
Los festivales se multiplicarán, y algunos que apenas están naciendo y hoy se ven chicos serán ya instituciones consolidadas. El cine, o más justamente, el audiovisual, encontrará múltiples formas de extender sus voces diversas, y creo que ciertamente se entenderá que no hay cine, sino cines, pero tal realidad robustecerá el sentido genérico del mismo, y festivales muy distintos pero establecidos como el de Cartagena o El Espejo crecerán en prestigio por privilegiar, como siempre, algunos tipos de cine, pero aceptando ciertas tendencias no previstas antes, quizá las más afines, dentro de un espectro de novedades, a sus asuntos centrales. Por ejemplo, Cartagena muy seguramente aunará en competencia latinoamericana al documental con la ficción, pero, por supuesto, con patrones de prestigio que hayan sido probados para cada filme.
El cine, como siempre, oscilará entre el fasto y lo agresivo, entre la recursividad y el despilfarro: fundamentales serán, y cada vez más, los mecenazgos, pero conseguir el favor de los mecenas será un trabajo insufriblemente arduo para nosotros, quienes ante todo queremos hacer un cine que sacuda aunque no sea masivo, y que al mismo tiempo pueda ser de verdad visible. Pero lo más interesante será la valoración de prácticas audiovisuales que puedan obtener carta de ciudadanía más allá de un genérico tan vago como cine. La creatividad desbordará, incluso como ya lo ha hecho, cualquier capacidad de catalogación absoluta y aun medianamente fiel. Así, la no ficción, por hablar del reino más indiscriminado y, sin embargo (o tal vez por lo mismo), prometedor, será una plétora indiscernible, infestando especialmente todo lo que se cuide de ella.
Proclama personalista
Llegados a este punto es importante proponer lo que uno quisiera que sucediera. He puesto como epígrafe de este texto unas palabras de Cesare Zavattini [6] que pretenden contradecir lo que decían en cierto momento Luis Alberto Álvarez, Carlos César Arbeláez y en general los formalistas extremos, como Luis Ospina, o sea: que el cine “no sirve para nada”. Es curioso, porque los formalistas son los primeros que se ocupan del funcionamiento de las películas, y en ese sentido es bastante incoherente que algunos de ellos afirmen que una película puede funcionar muy bien, pero para nada. Por su parte, hay quienes no dejan de ser tan formalistas como debe serlo cualquier artista, pero entienden que la obra ideal es como piensa el diseñador de moda de la película de Wenders [7]: algo para usar, como un abrigo en invierno.
No es muy conveniente decir que uno hace las cosas para nada, y aun así, el propio Zavattini, en su Tesis sobre el Neorrealismo [8], defiende un pluralismo que justamente deja abierto, a la manera de Mijail Romm, el maestro de Tarkovski, todo para lo que el cine pueda ser útil:
Son muy pocos los que tienen un programa; cuando, en cambio, en el terreno cinematográfico cada uno debería tener un programa, no para equilibrar las personalidades, sino para dar a cada personalidad el refuerzo de una conciencia crítica del poder inmediato y determinante del medio que se tiene a disposición [9].
Como todo gran teórico, Zavattini llega al extremo de la paradoja al señalar que cualquier hombre de cine que tenga “un programa”, o sea una idea del cine y una forma de hacerlo, solo por eso sería “neorrealista”. Lo que él privilegiaba era la conciencia.
Lo audiovisual es algo que traspasa géneros, es una escritura con voz propia, es una artesanía de luz con esos cristales finísimos que se comienzan a irisar en la estela del recuerdo fallido a través de un iPad o de lo que sea… Con lo audiovisual podemos hacer poesía, podemos retar al diablo, a ese que para algunos por dentro se hace temible o risible, podemos hacer dedicatorias románticas o agradecidas con los padres, podemos postular teorías y expresarlas de modo insólito. Lo que buscamos es que eso que nosotros hacemos lo aprendan otros: que la escritura audiovisual esté en los pensums, por fin, pero no de modo expeditivo sino que haga acopio de lo esencial entre todo cuanto el ser humano ha escrito o más bien tejido audiovisualmente. Desde luego, dado el caso del amanuense, exigiremos que se nos pague bien.
Lo audiovisual dejará a la idea del cine en su pedestal histórico, fundamental pero ya trasnochado, lo audiovisual será la idea que Borges tenía de la biblioteca, un lugar donde convivirán las especulaciones matemáticas y mis videos teológicos con los relatos sicarescos, con las elegías no experimentales y las tragedias de amor y farsas de género gótico o “familiar”. Lo audiovisual será un zafarrancho en donde el payaso augusto podrá aprender a lavarse la cara que le pintaron triste y donde podrá explicarse para darnos más risa que la vida no es tan indignante, no, que no hay por qué infligirse más penas mientras la sangre no se vea, y la sicótica del gore encontrará quién la enganche con un tema grunch que sonará a melancolía del Real… El audiovisual, me parece, será la mejor celda para el malsano, y el arma preferida del nuevo terrorista.
[1] La Playa, D. C., 2011.
[2] Medellín (2003), Paraíso (2006), Corta (2011).
[3] Bistec criollo (2003), El escapista (2008), El paisaje (2010), Formas de gallinazo (2011).
[4] Especialmente su último largo, Los extraños presagios de León Prozak (2009).
[5] Inquieto e inquietante realizador quindiano, egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños. Realizador del admirable cortometraje documental 19° Sur 65° Oeste (2010).
[6] Cesare Zavattini (1902-1989), guionista. Uno de los padres del Neorrealismo y su principal teórico. Escribió los principales guiones que luego dirigiera Vittorio de Sica (Ladrones de bicicletas [Ladri di bicilette, 1948], Umberto D [1950], Milagro en Milán [Miracolo a Milano, 1951), y muchos más.
[7] Me refiero a Yohji Yamamoto, en la admirable Cuaderno de ciudades y ropas (Notebook on Cities and Clothes, Wenders, 1989).
[8] Zavattini, Cesare, “Tesis sobre el Neorrealismo”, en Textos y Manifiestos del Cine. Estética. Escuelas. Movimientos. Disciplinas. Innovaciones. Editorial Cátedra, Madrid, 1989. pp. 205-218
[9] Ibíd., p. 209.