Homenaje a Jaime Osorio
FILMOGRAFÍA COMO DIRECTOR
1975 | ¡Chile no se rinde, carajo! (Cortometraje documental) |
1979 | Por una seguridad sobre ruedas (Cortometraje documental) |
1979 | Juegos deportivos de Pereira (Cortometraje documental) |
1979 | Manitas libres (Cortometraje documental) |
1986 | Ceremonia del Benkuna / El aguacerito (Cortometrajes documentales, para la serie de televisión Yuruparí) |
1986 | Derechos reservados (Cortometraje argumental) |
1987 | De vida o muerte (Cortometraje argumental) |
1990 | Confesión a Laura (Largometraje argumental) |
2004 | Sin Amparo (Largometraje argumental) |
El 3 de septiembre falleció el director y productor Jaime “el mono” Osorio. Dejó una filmografía de numerosos cortometrajes y dos largos como director, amén de una buena cantidad de títulos destacados en los que participó como productor y hasta como actor; entre otros: La Virgen de los Sicarios (Barbet Scroeder, 2000), María llena eres de gracia (Joshua Marston, 2004) y La sombra del caminante (Ciro Guerra, 2004).
¿Cómo recrear la Bogotá de los años 40, con su clima gélido de iglesia provincial, en La Habana de los años 90? Fue uno de los retos que se impuso Jaime Osorio para realizar su primer largometraje: Confesión a Laura . Y la forma de asumirlo y comprobar que lo imposible es posible en el cine, cifró el carácter de un productor y director capaz de disfrazar la geografía del Caribe para darle la apariencia de una ciudad a 2.600 metros por encima del mar. El milagro sucedía en la pantalla y el público creyó que Confesión había sido filmada en un barrio como La Candelaria y que los cachacos que servían como telón de fondo a la historia de amor y desamor entre Laura, Josefina y Santiago eran bogotanos auténticos, no cubanos extraviados en una ilusión que los llevó, temporalmente a través del artificio, cincuenta años atrás en la historia de Colombia. La leyenda que se lee en el cartel de la película anuncia: “Lo esencial suele ser invisible a los ojos”. Tratando de mostrar que lo esencial también puede ser visible a los ojos, la vida de Jaime Osorio transcurrió alrededor de las imágenes reveladas como sueños que superan a la realidad y permiten comprenderla cuando se proyecta una película.
El hallazgo de Confesión a Laura supuso una promesa para los esfuerzos del cine nacional en la década que se iniciaba con este largometraje. Jaime Osorio contribuyó a que el futuro se acercara antes de tiempo. Al vaivén entre la dirección y la producción, su presencia garantizó el riesgo llevado a buen término como productor en La Virgen de los Sicarios (Barbet Schroeder, 2000) y María llena eres de gracia (Joshua Marston, 2004). Como director, el segundo título tuvo que esperar un lapso considerable ante el que no se venció, decidido a filmar Sin Amparo (2004), catorce años después de Confesión a Laura .
La trama de su segunda película sugiere que en la ausencia los deudos se acercan desde otra perspectiva a la memoria de los que ya no están. Sin Jaime Osorio, el cine colombiano es diferente. Recordarlo en el Festival de La Habana buscando productores para un proyecto sometido a la voluntad del mercado cinematográfico y a su voracidad o apatía, mostraba el material del que estaba hecho un director animado por la saludable terquedad de continuar sin resignarse a que la suerte decidiera por él.
La herencia de una generación que tuvo en la política una forma de enfrentar el mundo, la ansiedad por practicar la teoría cinematográfica aplicada a las circunstancias de Latinoamérica en los años 70, la búsqueda de historias que en su calidad rebasaran los obstáculos de presupuestos y dificultades capaces de canonizar a los santos de la cámara que se han atrevido como Osorio en Colombia, nos recuerdan a través de su biografía la frase que asegura: sólo lo difícil es estimulante.
Acaso estudiar derecho y, para nuestra fortuna, abandonar su porvenir como abogado, contribuyó para que Jaime Osorio no diera por sentado que las leyes son normas del todo imperturbables —al menos cuando de cine se trata—. Las invenciones, pragmáticas o fantásticas, que un director debe crear para filmar en cualquier lugar del mundo y, probando aun más la calidad de su paciencia, en Colombia, matizaron su opinión ante las proezas requeridas para hacer una película en el desconcierto generalizado que suele causar este país. El humor fue entonces una expresión de su inteligencia, una manera de sobrevivir ante los caprichos del azar, a la muerte que logró vencer desde el momento en el que un hombre se atrevió a cruzar por el umbral de sus temores, acercarse a su vecina y descifrar el misterio de su amor en Confesión a Laura , una película que nos regresará al director, con su lucidez y plenitud, cada vez que proyectemos sus imágenes.
Muestra en Santa Fe de Antioquia
De vida o muerteColombia, 1987. 25 min. |
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Confesión a LauraProducción Alexandra Cardona, Camilo Vives, Luis Renéses, Miguel Mendoza |
Derechos reservadosColombia, 1986. 25 min. |
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